What feels dangerous

No sé en qué estaba pensando al confundir Malinalco con Amealco, al leer las instrucciones de la invitación y ver que el trayecto sería de 2 horas y media, para mí era el total del la ida del regreso, no 5 HORAS en total! De verdad no sé dónde tenía la cabeza, pero el compromiso estaba hecho, la moto preparada, el lunch en su bolsa, las rodilleras, el casco con el intercomunidador cargado y el tanque lleno de gasolina. 

No, no era mi primera salida a carretera, pero sí que era la primera que iba a durar HORAS de ida y HORAS de regreso, la cita, confirmada y a las 7:30 am estaba reuniéndome con las primeras mujeres del convoy. Una rodada aunque mixta, conformada en su gran mayoría por mujeres, mi moto, curiosamente era de las cilindradas más pequeñas 310cc, empezaron a llegar las demás, 800, 1200, 1800cc!!! Empecé a emocionarme!

Cuando ya éramos 7 motocicletas emprendimos la salida al segundo punto de encuentro al norte de la ciudad y solo una moto más tenía la misma cilindrada que yo y de todas solo una tenía la cilindrada más pequeña que la mía 250cc, sin embargo era una moto mucho más alta y se veía imponente una Yamaha Tenere.

Un total de 14 motocicletas, 1 auto, 3 niños 14 mujeres, 3 hombres. Todos desmañanados, completamente equipados recibimos pequeñas instrucciones de seguridad, cada quién aprendió su lugar dentro del convoy y entonces se empezó a hablar de velocidades, 120, 130, 140km/h llegaron a escuchar mis odios, y toda la emoción que había sentido cuando partimos a reunirnos con el segundo convoy se convirtió en total, absoluto y completo MIEDO, no aquel que paraliza, sino ese que te pone alerta. Una de las chicas y su novio se acercaron a decirme -Todo bien?, se te ve preocupada-

Lo que pasa es que sí, esta niña, se daba cuenta que estaba saliendo a rodar por primera vez al ritmo de otras personas y no el que ha tomado cuando se va al valle del conejo o al Ajusco con sus amigos, un máximo de 100km/h mientras piensas en quesadillas y tacos de cecina no se compara con un grupo de 14 motocicletas con 13 pilotos femeninas que llevan su propio ritmo y su ritmo no es para nada al que estás acostumbrada y por 2 horas y media!!!! (solo de ida). Me sentí tan nerviosa que me fui a mi moto, abrí el TopCase y me comí una manzana, si no hacía eso me hubiera comido las uñas hasta quedarme en muñones. Lina se me acercó y me dijo -Muy rápido MoNo?, no te preocupes, yo me voy detrás tuyo y te cuido- Acordamos en la velocidad más baja posible para una carretera como la de Querétaro 120km/h y aunque seguía pareciendo mucho para mi, me sentí segura y entre hermanas, nada malo pasaría. Amén.

¡Salimos! Al principio y estando todas juntas las cosas son mucho más sencillas, las punteras indican todo, baches en el camino, velocidad de crucero, todo, y tú solo tienes que seguir las instrucciones y todo está bien, todo está bien hasta que llegan los trailers. Esas moles enormes que por inercia empujan todo el aire que te tiene contenida y cuando pasan a tu lado te dan un pequeño impulso hacia los lados, tienes que tener TODOS tus sentidos en alerta, mientras la moto ruge y alcanza velocidades a las que jamás la habías sometido, las curvas son otra cosa, otro animal difícil de digerir pero que se va haciendo cada vez más ligero, más sencillo. 

Como respuesta a mi miedo y sin darme cuenta, uno de mis hombros estaba completa y absolutamente paralizado, la tensión se apoderó en su totalidad de él y mi clavícula apuñalaba mi cuello, cuando me percaté de esto y traté de relajarme me di cuenta de todas las pequeñas cosas que mi cuerpo hacía para combatir el sentimiento sin que yo terminara paralizándome, las manos completamente cóncavas, sin opción a estirarse, las ingles y espalda baja completamente rígidas, la mandíbula apretadísima, el cuello tenso y los ojos viendo a todos lados, atrás, para ver si me seguían, al frente para seguir a mi convoy, a los lados para cuidarme de trailers y carros que pasaban, cuando me percaté de todo esto, y traté de relajarme me empezó a dar frío, todo el cuerpo temblaba, las manos, las piernas, los brazos. Fue entonces cuando traté de recordar que el miedo también es una protección, todo ese mar de adrenalina protegiéndome de los elementos y manteniéndome alerta, respire, comencé a escuchar más claramente la música que sonaba a lo lejos en mi casco y aunque seguía tensa pasó el miedo y se convirtió en atención, absoluta, total, completa. Empecé a escuchar mi respiración dentro del casco, rítmica y continua, y el camino se volvió mi compañero y todo a partir de ahí fue disfrute. 

Cuando la tensión fue reemplazada por atención me di cuenta de lo bello del paisaje, de lo inverosímil que es la campiña mexicana, pero sobre todo de la magia que crea el tener comunidad, una tribu que comparte los mismos sentimientos que tú al mismo tiempo que tú, lo que significa no solo andar en moto sino formar comunidad con mujeres que también son motociclistas y darte cuenta que esa tensión, ese miedo, esa adrenalina es compartida al mismo tiempo y en el exacto mismo espacio en el que tú estás. Todas hemos sentido miedo, todas hemos experimentado historias parecidas porque somos mujeres y amamos la vida en dos ruedas y qué bonito, qué bonito compartir y vencer el miedo… Juntas.

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